“Podría haber buscado el diálogo conmigo. Tal vez habríamos llegado a las mismas conclusiones, pero de una manera completamente diferente. Prefirió hacer esto, echarlo todo por la borda, causando tanto dolor a todo el mundo, y no entiendo por qué. Las cosas serias se solucionan de otra manera”.
Seguro que cuando ella le ponía los tochos con los amantes a su pareja, utilizaba el diálogo y no causaba dolor ninguno, claro. Vivimos en un mundo profundamente hipócrita, donde se nos dice que faltar al respeto, traicionar y humillar a tu pareja es una manifestación de libertad sensual y empoderamiento, pero la revelación de este mismo gesto empoderante es un acto violento. La infidelidad debería ser tratada como lo que es: una forma de violencia psicológica (cuando no física - ETS, o económica - fraude parental) contra la pareja que libremente has elegido.