Sin duda en su momento más vulnerable desde el verano de 2022, Ucrania se esfuerza en utilizar la situación para consolidar su posición como sujeto de una perpetua asistencia y atención por parte d…
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05/05/2024
Sin duda en su momento más vulnerable desde el verano de 2022, Ucrania se esfuerza en utilizar la situación para consolidar su posición como sujeto de una perpetua asistencia y atención por parte de la gran potencia estadounidense y sus aliados europeos. Para ello, anunciando a la vez peligro, protección y victoria, Kiev cuenta con la inestimable ayuda de la prensa, dispuesta a ofrecer su espacio para la difusión de la narrativa ucraniana. Es más, en este momento de debilidad militar, en el que Rusia avanza en dos zonas sensibles para Ucrania -al oeste de Donetsk y de Artyomovsk- y peligran puntos logísticos ucranianos importantes, la propaganda es aún más importante que en momentos de victoria. De ahí que la diplomacia de Kiev esté realizando un esfuerzo extra para reafirmarse ante sus socios y dejar claras las prioridades comunes.
El ejemplo más claro del uso de los medios para imponer su discurso es la entrevista concedida por el director adjunto del GUR ucraniano al periodista de
The Economist Ollie Carroll, veterano de la información de esta guerra desde su estallido en 2014 y habitual defensor de la idea de asumir al pie de la letra la información, real o no, suministrada por sus fuentes. El discurso siempre ha sido más importante que los hechos, así que Carroll no dudó, por ejemplo, en negar la realidad de la caída del aeropuerto de Donetsk cuando sus fuentes afirmaban que precisaban de ayuda inmediata para mantener el control. En aquel momento, las milicias de la RPD realizaban ya visitas del aeropuerto para mostrar a la prensa afín su éxito en la batalla. Era el invierno de 2015 y la situación era similar a la actual: Ucrania estaba dispuesta a utilizar su desesperada situación para suplicar ayuda a sus socios. Entonces, como ahora, mantener el favor de la prensa era una prioridad. En aquel momento, con los países europeos más implicados que Estados Unidos y con Merkel dispuesta a obligar a Ucrania a realizar concesiones -aunque fueran únicamente compromisos que no hubiera intención de cumplir-, el resultado fue un rescate de las Fuerzas Armadas de Ucrania por medio de la firma de los segundos acuerdos de Minsk. El alto el fuego no impidió la pérdida de Debaltsevo, importante nudo de comunicaciones que hacía viable el transporte entre Donetsk y Lugansk, imprescindible para la supervivencia a largo plazo de las Repúblicas Populares, pero sí evitó un colapso que parecía posible.
La situación es, en cierta forma, similar a lo ocurrido entonces, aunque actualmente no existe el riesgo de que la diplomacia obligue a Kiev a un compromiso, al menos por el momento. En su texto sobre el general Vadym Skibitsky, Ollie Carroll realiza la misma labor que hace nueve años para garantizar que Ucrania sea capaz de colocar su discurso en los grandes medios internacionales. “Ucrania está al borde del abismo, afirma un general de alto rango”, titula el periodista en un artículo en el que el segundo de Kirilo Budanov en el GUR ucraniano admite la posibilidad de que Chasov Yar, “caiga de forma similar a Avdeevka, bombardeada hasta el olvido por los rusos en febrero”, una pérdida que podría poner en cuestión las líneas de defensa del norte de la región de Donetsk. “No será ni hoy ni mañana, por supuesto, pero todo depende de nuestras reservas y suministros”, añade el general, sugiriendo que Ucrania exige más munición y armamento a sus socios. Ese discurso no solo no es nuevo sino que se repite prácticamente a diario.
Desde otro punto de vista, esta vez resaltando la importancia de lo obtenido como forma de elevar la jovenlandesal de las tropas y del país, el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania respondía a la pregunta de
Foreign Policy sobre el impacto de la aprobación del paquete de asistencia de Estados Unidos afirmando que “sin duda fue una inyección de jovenlandesal para los soldados ucranianos, y también para el pueblo de Ucrania”. Pero tras dar la respuesta que el periodista esperaba, Kuleba añadió que “si el paquete que se anunció inmediatamente después de la aprobación de la ley hubiera incluido una batería de Patriots, este impulso habría sido aún mayor entre la población, porque los ucranianos son los que más sufren los ataques de misiles rusos”.
Patriots y extrema rapidez en las entregas son los dos temas más repetidos por parte de Ucrania. “Existe un lapso de tiempo entre el anuncio del paquete y el momento en que un artillero ucraniano tenga más proyectiles para devolver el fuego a los invasores rusos. Y ese momento aún no ha llegado, porque todo lo que se anunció -lo agradecemos y lo apreciamos- aún está en camino. Y por lo tanto, en este intervalo de tiempo, pueden ocurrir cosas malas, como el avance de las fuerzas rusas sobre el terreno”, insistió el ministro, que llega a la misma conclusión que Skibitsky en su reportaje en
The Economist. Kiev no puede ahora mismo prometer más resultados que una situación extrema en un frente que, al margen de sus sueños de ofensivas futuras, solo aspira a consolidar en un momento en el que la iniciativa no está en sus manos sino en las de su oponente.
En ese discurso cobra especial importancia la cuestión del uso de misiles, un aspecto en el que Rusia dispone de una importante ventaja comparativa. No debe olvidarse que cada mención a los misiles rusos busca, ante todo, suplicar a Estados Unidos y Alemania el envío de misiles de largo alcance para, entre otras cosas, destruir el puente de Kerch. Pero ante una fase defensiva, Ucrania intenta también resaltar ese aspecto. “Los misiles balísticos rusos son el verdadero azote de esta guerra. Últimamente se han utilizado sobre todo para destruir nuestro sistema energético”, afirma Kuleba, cuyas quejas contrastan con la percepción que las autoridades militares han tratado de presentar a lo largo de esta guerra. Las imágenes de los daños que han causado en los últimos meses los ataques rusos y la necesidad de utilizarlos como argumento para exigir sistemas Patriot a sus socios han hecho que Kiev exagere hasta el extremo el uso, la efectividad y la intención de los misiles rusos.
Sobre el último ataque con misiles contra Odessa, Mijailo Podolyak afirmó, por ejemplo, que su objetivo era triple: propaganda, humillación y asesinato masivo deliberado de civiles. Pese a que el ataque causó bajas mínimas, el asesor de la Oficina del Presidente ve objetivos genocidas en él. “En Ucrania nos enfrentamos a una guerra genocida emprendida por la Federación Rusa contra nosotros. Donde todas sus acciones son bien pensadas, sistemáticas y claramente entendidas. Los expertos (porque carecen de la voluntad de llamar a las cosas por su nombre) discuten sobre los criterios de genocidio establecidos por la ONU. Pero la mayoría de los estudiosos no tienen ninguna duda de que, bajo cualquier criterio, la guerra rusa para exterminar a los ucranianos debe ser descrita como un genocidio”, había escrito horas antes. La narrativa puede eclipsar la realidad, pero no hace desaparecer los hechos: si existe un debate sobre si existen intenciones genocidas en una guerra actual, no es en Ucrania. Es más, tanto en muertes de civiles como en el nivel de destrucción, la situación en Ucrania no alcanza los alarmantes niveles que ha alcanzado la guerra de Israel contra la población de Gaza en apenas siete meses. Los 10.810 civiles muertos en la guerra (un dato posiblemente incompleto, por lo que la cifra real puede ser más elevada) en más de dos años de batalla no alcanzan siquiera el número de menores asesinados por Israel desde el pasado octubre. Los datos aportados por Naciones Unidas, que esta semana afirmaban específicamente que la destrucción es muy superior a la que se ha producido en Ucrania en más de dos años de lucha entre dos ejércitos fuertemente armados -y no en la guerra de un ejército frente a una guerrilla-, también apuntan en la misma dirección.
Una fase defensiva también fallida
Tratando de justificar una situación mucho peor de la esperada cuando Zelensky anunció el pasado noviembre el paso a una fase defensiva, tras la que varias líneas se han debilitado y ha quedado demostrada la escasa preparación ucraniana ante la posibilidad de ataques rusos, Ucrania apuesta por anunciar ofensivas rusas. En su uso de
The Economist para colocar el discurso ucraniano en la prensa mundial, el general Skibitsky insiste, según Carroll, en que “Rusia primero seguirá adelante con su plan de
liberar todas las regiones orientales ucranianas de Donetsk y Luhansk, una tarea que no ha cambiado desde 2022”. El objetivo es evidente y ha sido explícito desde el momento en el que Vladimir pilinguin anunció el reconocimiento de la independencia de la RPD y la RPL.
Sin embargo, Kiev trata siempre de dar un aspecto simbólico a los hechos y busca unas intenciones en la actuación rusa que generalmente no se corresponden con la realidad. “Dice que Rusia ha dado la orden de
tomar algo a tiempo para la pompa del Día de la Victoria en Moscú el 9 de mayo o, en su defecto, antes de la visita de Vladimir pilinguin a Pekín una semana después. La velocidad y el éxito del avance determinarán cuándo y dónde atacarán los rusos a continuación”, añade el periodista. Hace dos años que Rusia adoptó -ya sea de forma errónea o como única opción disponible teniendo en cuenta sus recursos- la guerra de desgaste como estrategia y no ha habido ningún momento en el que haya tratado de acelerar los acontecimientos con el objetivo de anunciar éxitos en fechas importantes.
“Nuestro problema es muy simple”, añade Skibitsky: “no tenemos armas. Siempre supieron que abril y mayo serían difíciles para nosotros”. Esas dificultades no se deben al intento ruso de cantar victoria antes del 9 de mayo, sino al desarrollo natural de los acontecimientos tras meses de presión rusa sobre las líneas ucranianas de Donbass con un mayor uso de la aviación, drones y aprovechándose del desgaste sufrido por el oponente ucraniano en la contraofensiva de 2023. Ante esa situación, Ucrania puede exigir más armas a sus socios y alertar de peligros que vienen, sean reales o no. Esa es la labor de la inteligencia, que cuenta en medios como
The Economist el lugar ideal para su difusión.
En su artículo, Carroll da a Skibitsky el espacio para presentar un “plan de tres capas para desestabilizar el país” que Rusia pretende aplicar. Además del factor militar, por el que culpa al retraso del Congreso en aprobar los nuevos fondos para la guerra, el general del GUR añade el intento de aislar internacionalmente a Ucrania y una campaña de desinformación dirigida a deslegitimar el proceso de movilización, dos aspectos que cuentan con grandes dosis de proyección de aquello que Ucrania trata de hacer contra Rusia. En su discurso, Skibitsky no encuentra ninguna objeción en
The Economist, que en ningún momento plantea que las dificultades de movilización que sufre Ucrania nada tienen que ver con la actuación rusa ni que el intento de desestabilización y aislamiento del contrario es un objetivo explícito de Kiev desde hace una década. Y es natural que no lo haga teniendo en cuenta que desinformación es, en realidad, presentar como noticia el discurso de la inteligencia. En eso, la prensa occidental supera con creces a la prensa rusa.