El JUICIO por el crimen de Asunta Basterra Porto

delmua

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El Tribunal Superior de Galicia señala para el 23 de febrero la vista de apelación del caso Asunta

La sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) celebrará el próximo 23 de febrero, a las 10 horas, la vista de apelación del caso Asunta. Los padres de la niña, Rosario Porto y Alfonso Basterra, recurrieron la sentencia de la seccón sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña, con sede en Santiago, por la que se les condenó a 18 años de guandoca a cada uno por el asesinato de su hija el 21 de septiembre del 2013.

Conforme al fallo del jurado popular que juzgó el caso, la sentencia estimó probado que los padres de Asunta, puestos de común acuerdo, suministraron repetidamente y desde al menos tres meses antes del crimen un medicamento que contenía lorazepam. Este fue el mismo fármaco que también le dieron el mismo día del asesinato para sedarla y evitar que pudiera defenderse para después, tras atarla de pies y manos con unas cuerdas naranjas, asfixiarla hasta la muerte. Para matarla, la trasladaron en coche a la casa que la familia posee en la parroquia de Montouto, en Teo.

Las vistas de apelación que celebra el TSXG son audiencias públicas y normalmente se celebran con presencia de los acusados, por lo que tanto Rosario Porto como Basterra tendrían que acudir el 23 de febrero a la sede del tribunal, situada en A Coruña, para estar presentes en las deliberaciones que determinarán si se confirma o no la pena de 18 años de prisión que les ha sido impuesta.

http://www.lavozdegalicia.es/notici...-apelacion-asunta/00031452701654972738402.htm
 

Torrente Ballester

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Ante la proximidad de la vista de apelación, el día 23 de febrero, me autocito (en azul) del post #452 y añado unas anotaciones...

Recordemos el posible ictus de Porto.

Y el hombre que queda vivo de los que encontraron el cadáver de Asunta, un drojadicto, traficante de drojas por "necesidad económica para su consumo", reincidente y ahora en la guandoca, al que la guardia civil preguntó al llegar al lugar en donde estaba el cadáver: "¿Qué le habéis hecho a la niña?".

El hombre que halló el cuerpo de Asunta, ingresado en la misma prisión que los padres. El fiscal pide para él seis años de guandoca por un delito de tráfico de drojas, por el que será juzgado en abril

El hombre que encontró el cuerpo de Asunta en la pista forestal de Teo la madrugada del 22 de septiembre del 2013 y los asesinos de la niña duermen bajo el mismo techo desde noviembre del año pasado. Los tres son reclusos en el centro penitenciario de Teixeiro. Rosario Porto y Alfonso Basterra están allí por la muerte de su hija, mientras que Alfredo Balsa García fue recluido por tráfico de drojas.

La policía de Santiago lo detuvo el pasado 18 de noviembre junto al campo de fútbol de Cacheiras con 50 bolsitas de cocaína en su coche. Pero aún tenía más en su domicilio de la rúa Estivada de Castelao, donde le encontraron cerca de 120 gramos de la misma droja. Al día siguiente, el juzgado de Instrucción número 1 de Santiago lo envió a prisión, comunicada y sin fianza. Y ahí sigue. El juicio por esos hechos se celebrará el 11 de abril. Su abogado, el penalista coruñés Diego Reboredo, intentará alcanzar un acuerdo con la Fiscalía, que en un principio pide que sea condenado a 6 años de prisión como supuesto autor de un delito de tráfico de drojas. La defensa alega que Alfredo Balsa tiene una grave adicción a las drojas y eso lo empujó a traficar, de ahí que su permanencia en prisión no sea lo más aconsejable para curarse. Por tanto, solicitará que se le imponga una pena menor para poder acudir a un centro de desintoxicación.

El problema que se le viene encima a Alfredo es que no es la primera vez que lo sorprenden con droja encima. Ya en el 2012 lo habían arrestado por lo mismo, por vender droja a domicilio. Por ello fue condenado en diciembre de ese año a dos años de prisión. Pero entonces, al carecer de antecedentes, le suspendieron su ingreso con la advertencia de que si volvía a delinquir en un año, iría a la guandoca. Esos antecedentes son para él ahora una pesada losa, pues al ser reincidente, el fiscal pide ahora para él una condena mayor pese a que no era mucha la cantidad de droja que se le incautó.

Alfredo Balsa se hizo célebre por una desgracia. Su actitud y la de un amigo cuando se encontraron el cuerpo sin vida de Asunta en la pista de Teo cuando regresaban de noche a sus hogares después de pasar unas horas en La Tanguita Roja fue llevada a las portadas de los periódicos.

Aquella madrugada del 2013, según explicó Alfredo Balsa en el juicio por la muerte de la niña, habían acudido a un club. Al salir y dirigirse a casa en el coche, fue cuando vieron el cuerpo sin vida de Asunta. Pasaron por delante y retrocedieron al darse cuenta de lo que habían visto, aunque todavía no sabían si era una persona o un muñeco. Pero continuaron adelante porque Alfredo, en aquellas fechas, tenía en carné retirado y no quería que la policía lo sorprendiese sin el permiso. Pero la mala conciencia de callárselo les venció. «Podía haber sido hija nuestra», dijo en el juicio. Y volvieron sobre sus pasos una vez que dejaron el coche ante el bar Feros, situado a menos de un kilómetro. Ya de nuevo en la pista forestal, telefonearon al servicio de Emergencias y un sanitario les fue dando pautas por el móvil de los pasos que debían dar para comprobar si la niña seguía con vida. Cuando llegó la Guardia Civil, un agente que había comprobado sus antecedentes les preguntó a los dos amigos: «¿Qué le habéis hecho a la niña?». En el primer instante fueron sospechosos. Pero pronto dejaron de serlo.

Autocita

Yo creo que hay más, pero, en un hilo o en otro, nosotros venimos citando como fallecidos:

- El camarero que supuestamente atendió a Ramiro Cerón Jaramillo, "el dueño del leche".

- José Álvarez falleció en octubre de 2015, el hombre que, junto con Alfredo Balsa, encontró el cadáver de Asunta.

- El neurólogo doctor Miguel Blanco González (42 años) falleció sobre el 8 o el 9 de octubre de 2015, de forma repentina mientras dormía. Estaba en el equipo de investigación y trabajo del doctor José Castillo.

- Fernando Abad (31 años) falleció de forma repentina el 22 de octubre de 2015. Era Policía Nacional, agente las brigadas de Investigación de la Comisaría de Santiago de Compostela.

Tres que han fallecido en octubre, mientras el juicio oral, y uno antes.

Además... No tenemos confirmado cómo sigue (o no) uno de los dos guardias civiles que llegaron los primeros al lugar en el que se encontró el cadáver de Asunta; solo sé que estaba bastante enfermo hace unos días. Tampoco tenemos detalles (o sí) de la chica del prostíbulo, ni de la chica que denunció a Jaramillo por violación mientras estaba sin conciencia, antes del crimen de Asunta. Aranguren, el abogado de Porto, ha estado bastante grave, aunque sí ha salido de la intervención quirúrgica...

Todo son casualidades.


MÁS

D.E.P.

Muere el cardiólogo Alfonso Castro Beiras en A Coruña

Lunes, 08 Febrero 2016 12:47

El cardiólogo Alfonso Castro Beiras, recientemente distinguido con la medalla de oro y brillantes del Colegio Médico de A Coruña por su trayectoria que culminó con la dirección del área de corazón del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, ha muerto hoy en la capital herculina. Fuentes médicas han confirmado a Efe el deceso del doctor esta mañana en la calle Juan Flórez de A Coruña, donde se precipitó por una ventana, informan fuentes de Emergencias 112.

Castro Beiras (Santiago de Compostela, 1944), jubilado desde hace un año, era licenciado en Medicina por la Universidad de Santiago de Compostela

Sigue...

y doctor por la Universidad Autónoma de Madrid. Especialista en Medicina interna y en Cardiología, fue profesor y director del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad de A Coruña, por la que era catedrático emérito. Presidió la Sociedad española de Cardiología, dirigió seis tesis doctorales, era miembro del consejo de redacción de varias publicaciones especializadas y autor de varios libros.

Entre otras distinciones, ha recibido la Encomienda de la Orden Civil de Sanidad, la Medalla de Oro de Galicia y el premio Novoa Santos, y en marzo del año pasado fue distinguido con la medalla de oro y brillantes del Colegio Médico de A Coruña por ser "un gran médico, un excelente gestor y uno de los más insignes cardiólogos de la historia de nuestro país".

:pienso:
 

Sara de la Hoz

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Según donde lea te vienen a decir que el cardiólogo se ha caído o que se ha suicidado, oficialmente ¿qué ha pasado? (si es lo 2º, pues en fin, que te condecoren con la "medalla de oro y brillantes del Colegio Médico de A Coruña" y poco después te tires por un décimo piso debe ser lo normal...). Saludos!

PD: alguien sabe algo de patty? está missing total...
 
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Torrente Ballester

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Según donde lea te vienen a decir que el cardiólogo se ha caído o que se ha suicidado, oficialmente ¿qué ha pasado? (si es lo 2º, pues en fin, que te condecoren con la "medalla de oro y brillantes del Colegio Médico de A Coruña" y poco después te tires por un décimo piso debe ser lo normal...). Saludos!

PD: alguien sabe algo de patty? está missing total...
Para un cardiólogo hay métodos mucho más sencillos que lanzarse ¡por una ventana! de un décimo piso. Más difícil todavía es caerse. Parece que la versión oficial, cuando esté, será la primera, aunque no se desacarta que sea el accidente. Lo estarán decidiendo... Un abrazo.

p.s. De Patty no sé nada, a ver si nos oye...

PATTYYYY!!!!!!!!!!!

:pienso:
 

Sara de la Hoz

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No pongas esa carita, TB, que no creo que se hayan cargado también a Patty! :D (es broma, ya sé que no insinúas eso y que es el emoticon que pones siempre ;)).

A lo mejor el motivo de la condecoración al cardiólogo fue precisamente mantenerlo en silencio sobre lo que podía (o no) saber en relación al caso que no cuadra a nivel médico en comparación con los datos oficiales, pero al presumir que al ser tan mayor podía irse de la lengua… no quedó otra que tirarlo desde un décimo piso.

O a lo mejor la (aparente) versión oficial es cierta, el pobre hombre estaba harto de esta vida, los premios no le calmaban el ánimo y decidió quitarse de en medio (de una forma un tanto peculiar para un experto médico, sí). También es posible que no sospechara nada de este caso (sí, ya… es raro) y estamos aquí elucubrando demasiado. DEP todos los muertos que hay tras este asunto en cualquier caso, hayan muerto por causas naturales, enfermedades o no, que eso tampoco podemos saberlo con certeza. Un abrazo.

PD: Si realmente se lo han cargado, me pregunto si la decisión sobre qué versión ofrecer al público (caída/suicidio), se hace a cara o cruz :roto2: Como es todo tan chapucero.
 
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Orlandito

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Lo de las conspiraciones es parecido a comer pipas, una vez que empiezas ya no puedes parar. :D

Ya en serio: Las conspiraciones deberían ser el último recurso para explicar algo, y utilizadas con mucho cuidado y cuanto menos mejor. De lo contrario, cualquier muerte nos parece sospechosa, cualquier relación se vuelve significativa y siniestra, y faltan horas para seguir tantas líneas que se abren ante nosotros.

Es agotador y esteril.
 

Sara de la Hoz

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Las conspiraciones deberían ser el último recurso para explicar algo
Por supuesto. Pero es que en este caso la versión oficial es la que parece más conspiranoica. De lejos, además.

De todos modos, yo por ejemplo no descarto en absoluto que los padres (uno o los dos) estuvieran metidos en algo turbio tipo prono infantil (1). A mí las fotos de Asunta con el peluche (y esa mano peluda... Basterra) nunca me han parecido normales (de hecho las que me parecen más normales son las que han presentado como más incriminatorias, las del ballet).
Y luego está todo el asunto del orfidal, que yo sí creo que le administraban los padres (uno o los dos; yo apuntaría más a Basterra que además de ser quien lo compraba, reconoció haberle dado –polvos blancos- el mismo día del crimen, en la fase de instrucción –en el juicio se desdijo, como sabrás- aunque si lo que testificó una profesora es cierto -que Asunta le dijo que su madre le daba polvos blancos- Porto también estaría en el ajo).

Pero todo esto no implica que ellos la asesinasen (sí que serían en gran medida responsables, claro) que hay que recordar que murió por asfixia y no por sobredosis de lorazepam (por cierto, yo opino lo mismo que Debunker, que el arma del crimen, el elemento que produjo la asfixia fue un miembro viril, o dos a la vez, y ahora que venga el del otro día y me llame fruta morbosa que me da igual; al principio de todo se comentó que la niña tenía un líquido cerca de la boca que no se analizó ni se extrajeron muestras, con lo que una vez quemado el cuerpo... aquí cabría mencionar el se observan manchas de leche en la región cervical y del hombro izquierdo y en la sisa y región inferior por debajo de la sisa del informe del levantamiento del cadáver).

Piensa, por ejemplo, en la supuesta desaparición (digo supuesta, porque quizá Marina y TB tienen razón en este punto y siempre estuvo ahí) y reaparición del ordenador (con huellas sin identificar) de Basterra cuando éste ya estaba preso. O piensa en la supuesta transferencia de leche en el laboratorio (2), o en la inscripción que tenía Asunta en la palma de la mano derecha, o en la fulminante incineración del cadáver (cosa que un penalista, Jacobo Teijeiro, dijo en EP que va contra las normas -Beatriz de Vicente no, sin embargo-, yo ignoro si esto es así o no; si no lo es, debería), o en que nada apunta a que el lugar del crimen fuera la finca de Teo o en que las cuerdas naranja con las que supuestamente ataron a la niña no tenían ADN o en aquello que comentó TB un día sobre que no se activó el protocolo antisecuestros, etc., etc., etc.

En fin, ya digo, yo sí creo que posiblemente los padres (uno o los dos) no son inocentes de 'otros delitos' (que a lo mejor me equivoco y TB tiene razón y les han hecho todo esto por algo que desconocemos sin estar involucrados en actividades delictivas) pero la autoría del asesinato apunta a terceras personas.

(1) Destapan un centro de «producción» de pronografía infantil en un pequeño pueblo de Málaga

(2) Caso Asunta: Criminalística niega que contaminara con leche la camiseta de Asunta | España | EL PAÍS
 
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Torrente Ballester

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Lo de las conspiraciones es parecido a comer pipas, una vez que empiezas ya no puedes parar. :D

Ya en serio: Las conspiraciones deberían ser el último recurso para explicar algo, y utilizadas con mucho cuidado y cuanto menos mejor. De lo contrario, cualquier muerte nos parece sospechosa, cualquier relación se vuelve significativa y siniestra, y faltan horas para seguir tantas líneas que se abren ante nosotros.

Es agotador y esteril.
Estoy de acuerdo. Por eso, por lo de utilizarlas con cuidado, personalmente, ni he descartado ni afirmado nada de opiniones: solo hechos, eso sí, enlazados siempre que puedo. Todos, en este hilo, diferenciamos expresamente entre opiniones e información. Sin embargo, por los hechos en sí mismo, no podemos evitar lo siniestro.

En todo caso, personalmente, he defendido desde el principio, y hasta he pedido hilo aparte (gracias a los administradores), que el caso Asunta es un caso de conspiración y como tal me parece bien tratarlo.

Por ejemplo, sobre lo último que he puesto, que me he limitado a citar noticia: ¿No es más cierto que uno de los que encontraron el cadáver está muerto y el otro está en prisión por narcotraficante reincidente que venía de un pilinguiclub? O... ¿quién sabe si "alguien", con el descubrimiento reciente del cardiólogo "caído por la ventana", tuviera previsto tratar a Porto para evitar otro posible ictus? ¿Quién conoce su relación o falta de ella? Por "casualidades" de la vida, ¿podría haber afectado esto al caso, o no, por lo que citarlo no menoscaba la verdad en la investigación? ¿Quién sabe de su opinión sobre el caso y de su peso en las opiniones de otros?, etc.

Sin acritud y no lo digo por ti, sinceramente, llamar conspiración a lo que se desconoce, con significado de "trama falsa", me parece como poco una perversión del lenguaje, además de un ridículo espantoso al menos en el sentir del que sí lo conoce; pero, sobre todo, y con todos los respetos, me parece una oscura manera de vivir la vida.

Vamos a ver... si acotamos el término para entendernos en este hilo...

Manosear las palabras, para convertirlas en armas arrojadizas con un significado que no tienen, es un tipo de manipulación para llevar al paroxismo al mayor número de personas posibles, haciendo cómplices a los medios de comunicación, por dinero y poder, con la colaboración de los ciudadanos en general, por repruebo y egocentrismo. Son los casos de las palabras "conspiración" y "conspiranoia", su asimilada, con connotaciones de locura.

RAE

conspirar

Del lat. conspirāre.

1. intr. Dicho de varias personas: Unirse contra su superior o soberano.
2. intr. Dicho de varias personas: Unirse contra un particular para hacerle daño.
3. intr. Dicho de dos o más cosas: Concurrir a un mismo fin.
4. tr. desus. Convocar, llamar alguien en su favor.

Por lo que, el caso Asunta es un caso de conspiración por definición y como tal se debe tratar.

c.q.d. ;)

p.s. Bien dicho, Sara; aunque yo no afirmo algunas de esas cosas, pero da igual quien las diga; has hecho un gran resumen.


:pienso:
 

Sara de la Hoz

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Lo voy a poner por si desaparece:

Destapan un centro de «producción» de pronografía infantil en un pequeño pueblo de Málaga

La Guardia Civil ha investigado durante meses un caso que se ha saldado con el arresto de un matrimonio de evangelistas que agredieron sexualmente a su hija desde los 3 años

23/11/2015 a las 06:54:04h.



El matrimonio

El número 3 de la calle Antonio Gallero de Totalán –un pequeño municipio de la zona metropolitana de Málaga- tiene cierto encanto. Con las paredes encaladas, los marcos de tonalidad azul que arropan puertas y ventanas le dan cierto toque ibicenco. Algún plato de cerámica decorativo y unas plantas que se mantienen firmes pese a los rigores del sol. «Está en venta», comenta uno de los residentes extranjeros afincado en la zona cuando nos ve merodeando. «¿Conocía a los que vivían en ella?», le preguntamos. El hombre se gira y comienza a hablar con su esposa en un tono más bajo. «¿Policía?», interpela. «No, periodistas», respondemos. «Creo que están en la guandoca», señala antes de enfilar una angosta escalera. Igual que otros vecinos del municipio, hacía poco tiempo que tenía conocimiento de lo que durante años había ocurrido dentro de esa casa. «Nadie se lo podía imaginar», comenta un trabajador que atendía como espectador a la conversación. La depravación llevada al extremo, lo definen los agentes que han desvelado el terror vivido por Esperanza –nombre ficticio–. Una niña de 11 años que desde los tres era agredida sexualmente por unos padres que grababan en video y documentaban sus perversiones en un diario del horror. Mariusz E.B., un polaco de 44 años aficionado a la informática, que ha acabado quitándose la vida en prisión, y Zoe C.D., una británica que daba clases de inglés que se encuentra encarcelada. Un caso que se ha prolongado durante varios meses y que también ha permitido identificar a una decena de niños del pueblo como víctimas de esta pareja que también fotografiaba y grababa a menores con cámaras ocultas y a la que se le ha incautado uno de los mayores archivos de pronografía infantil descubiertos hasta el momento.

La investigación que ha permitido destapar este terrible caso se desarrolló a dos velocidades: una frenética, cuyo principal objetivo era acabar con el calvario que desde su más pequeña infancia sufría Esperanza; y la segunda, que ha servido para aflorar las execrables prácticas de los detenidos.

Mariusz llegó a Totalán hace unos 15 años. Durante dos, estuvo viviendo con un vecino; para después conocer a Zoe, que se había desplazado a la provincia empujada por sus estudios de filología hispánica. Rápidamente iniciaron una relación que tuvo su primer fruto en Esperanza, una niña inteligente y buena estudiante cuya vida se convertiría en un calvario. De complexión fuerte y carácter totalitario, eran varios los vecinos que recuerdan como la pequeña pasaba miedo cuando las notas no eran de sobresaliente.

Como muchos residentes extranjeros, el grado de integración del matrimonio era limitado, salvo con los más pequeños, a los que la mujer impartía clases particulares de inglés. Asignatura que también enseñaba en un centro Evangelista, religión que ambos profesaban, ubicado en el vecino municipio de Rincón de la Victoria.

No obstante, se sentían cómodos en Totalán y eso les empujó a buscar la parejita. El pequeño John –nombre ficticio– llegaba al mundo poco antes de la Navidad de 2012. Parecía que la felicidad se había instalado en ese hogar.

Pero toda la aparente normalidad que rodeaba a la familia saltaría por los aires el pasado mes de febrero. El Equipo Mujer Menor (Emume) de la Guardia Civil de Málaga recibía una llamada inquietante. Era un agente del puesto de Rincón que reclamaba su ayuda inmediatamente. Acababa de escuchar una confidencia terrible.

El punto de partida

En la oficina se encontraba Zoe. Quería denunciar a su pareja por presuntos malos tratos. Estaba inquieta y sorprendentemente habladora. Distinta. Dominada por un arranque de sinceridad que dejaría boquiabiertos a los que la escuchaban. Una revelación supuestamente provocada por el abandono de una medicación que llevó a la supuesta víctima a levantar el telón de la casa de los horrores.

La mujer relató que su marido llevaba años agrediendo sexualmente a su hija y que documentaba en un diario cada una de sus perversiones. Un documento en el que no escatimaba detalles y que es la plasmación de la maldad.

Mientras el sargento al frente de la investigación contactaba con Mariusz, que había huido de Málaga, una componente de la unidad empatizaba con Esperanza para lograr que contara la pesadilla vivida. Siguiendo el protocolo establecido para estos casos, los investigadores trasladaron a la pequeña al hospital Materno Infantil para que fuera examinada por los médicos. El resultado fue «brutal». «Nadie podría imaginar el calvario por el que pasó esa niña», recuerda uno de los agentes, que añade que, «nunca antes como en este caso», se cumple el tópico de que «la realidad siempre supera a la ficción».

Fue en la estación de autobuses de Málaga cuando el jefe de la investigación vio a Mariusz por primera vez. Había hablado con él por teléfono con anterioridad:

–«Vuelve, tenemos que hablar», le comentó.

–«Sólo ha sido una pelea. Nada más», respondió el sospechoso ajeno al auténtico trasfondo de su llamada.

El hombre había buscado refugio en Burgos en casa de un amigo, pero el pasado trastocó sus planes. Una antigua orden de detención y extradición emitida por las autoridades polacas por un delito patrimonial obligó a que compareciese primero en la Audiencia Nacional. Aunque la investigación no se detuvo porque inmediatamente quedó en libertad.

Los agentes llevaron a Mariusz a dependencias policiales. Se mostraba locuaz, incluso colaborador. Quitándole hierro al presunto episodio de violencia doméstica. Desconocía que en el registro que los agentes realizaron en el domicilio familiar se hallaron varios discos duros y pen drives que empezaban a desvelar el lado oscuro de un matrimonio que se consideraba profundamente religioso. Contenían videos en los que la pareja participaba en orgías y otras actividades de índole sensual. Reveladores, pero «nada ilegal».

Los agentes tenían ante sí el estudio de credibilidad realizado por el psicólogo forense a la pequeña y tenían muy pocas dudas de que las agresiones sensuales no sólo eran ciertas, sino que eran habituales.

«No sabía que estaba siendo víctima de abusos, porque para ella, lo que hacía su padre era lo normal en una relación paterno filial», explica a ABC el responsable del caso, que reconoce las dificultades iniciales para establecer el comienzo de las agresiones: «los niños tienen dificultades para situarse en el espacio y el tiempo».

La clave del caso estaba en un disco duro encriptado sobre el que Zoe realizó una inquietante sentencia: «No vais a ser capaces de ver lo que hay en él».

Con pruebas suficientes para que Mariusz durmiera en prisión, el sargento del Emume decidió mostrar todas las cartas y apelar a las profundas convicciones religiosas del detenido.

«¿Has abusado de tu hija?», preguntó sin andarse con rodeos.

«No deseo responder a esa pregunta», contestó, intensificando las sospechas de los investigadores. (sí, no?)

[«Los evangelistas tienen prohibido mentir y con esa respuesta ni lo hacía, ni respondía al interrogatorio», aclara el mando de la Guardia Civil]

:roto2:

Los guardias civiles, con el convencimiento de que estaban ante un depredador, decidieron mostrar su «as». «Tenemos el disco duro», le espetaron, ante lo que el acusado puso cara de sorpresa y «comenzó a cerrarse en sí mismo». Ya no era ese hombre despreocupado de las primeras entrevistas. Se sabía cercado, pero no vencido. Hasta ese momento.

El desencriptado del disco duro

El juzgado de Instrucción número 1 de Málaga decretó el ingreso en prisión del progenitor y los investigadores pudieron centrarse en el mayor reto del caso: desencriptar el disco duro y desvelar los secretos más ocultos de la bestia.

La empresa no iba a ser fácil, a pesar de que la formación autodidacta del arrestado hiciese pensar lo contrario. A Mariusz no le constaba actividad alguna a pesar de que llevaba en España algo más de 15 años (tipo Basterra y en cierto modo, tipo Porto...). Había realizado alguna chapuza en la construcción hasta que comenzó a interesarse por la informática, cuyos entresijos fue aprendiendo poco a poco. Comenzó arreglando alguna computadora y haciendo páginas webs, para después adentrarse en los recovecos más turbios de internet: las redes Tor –The Onion Router-. La «cara oculta» de la Red. Utilizada por los pedófilos para intercambiar material sin ser descubiertos y que reafirmaba a los investigadores en su empeño por desenmascarar a ese padre que se presentaba como un hombre piadoso.

Las primeras indagaciones pusieron de manifiesto que el disco duro contaba con un software de protección de fabricación alemana. «Removimos cielo y tierra, pero no lográbamos desbloquearlo», confiesa uno de los agentes, que reconoce que en ese momento les invadió cierto desasosiego.

Acudieron a los expertos de su cuerpo y a los de la Policía Nacional, e incluso a servicios de inteligencia, sin obtener una solución. El Equipo de Investigación Tecnológica (Edite) realizó una propuesta casi de película: un ataque por fuerza bruta. «Consistía en conectar al disco duro un grupo de ordenadores y que fueran introduciendo numerosas claves por segundo con la esperanza de dar con la correcta», relata el jefe de la investigación, que reconoce que este proceso «igual duraba cinco minutos, que dos años».

No podían esperar tanto, pero cuando las esperanzas se desvanecían, se abrió una puerta. Un miembro de la Unidad Técnica de Policía Judicial (UTPJ), amigo del responsable del caso, le habló de unos expertos de la Universidad de Alcalá de Henares que podían ayudarle. «No teníamos nada que perder», así que, tras darle los datos del programa, y ofrecer un rayo de luz, se solicitó un mandamiento judicial para que estas dos personas pudiesen examinar el disco duro. «No era plan de cagarla y que nos echaran atrás el caso por un problema en la cadena de custodia», agrega.

Los técnicos habían creado un software para desencriptar ese tipo de programas, aunque había que comprobar que pudiese hacerlo con el adquirido por Mariusz.

La investigación se había adentrado ya en el mes de mayo y los agentes del Emume aprovechaban este impasse para aligerar el trabajo diario que se acumulaba y que no entendía de prioridades.

Habían transcurrido cerca de tres semanas desde que el dispositivo fue enviado a la Universidad de Alcalá de Henares cuando el amigo del jefe del Emume le llamó para darle buenas noticias:

–«Lo han hecho, han logrado desencriptarlo», le dijo con orgullo.

–«¿Qué se ve? ¿pronografía?», preguntó el investigador con ansia.

–«», respondió escuetamente su interlocutor.

–«¿Mucha?», prosiguió la escueta conversación. [No hacía falta entrar en detalles. Ellos se entendían entre tanta economía de palabras]

–«».

–«Tráelo ya», sentenció.

El momento de investigar el contenido del disco duro hubiese sido similar al de un niño abriendo sus regalos de Navidad, si no fuese porque los agentes de la Guardia Civil sabían que se iban a encontrar con algo poco apreciable. Esperaban que por primera vez les fallara su olfato, al igual que lo habían deseado en el pasado, pero en su fuero interno sabían que otra vez iban a acabar cuestionando la condición humana.

«Encontramos 120 gigas de grabaciones exclusivamente de pronografía infantil. Material vomitivo», describen los guardias, que decidieron establecer tres líneas de investigación debido al volumen y la tipología de los archivos. Unas imágenes que depararían numerosas sorpresas que darían al caso una magnitud no imaginada hasta el momento.

Mariusz había pasado sus primeros meses en prisión sin sobresaltos. Internado en el módulo de aislamiento, lejos de posibles represalias de otros reos, que conocen con rapidez qué ha llevado a cada uno a perder la libertad.

Hasta entonces se había limitado a hacer vida carcelaria. Ajeno a los importantes avances de la investigación. Todo cambió cuando se le comunicó que iba a ser trasladado ante el juez que llevaba su caso sin imaginar para qué. Una vez llegó a la sede judicial, y con los agentes que seguían sus pasos allí, se le empezó a mostrar el contenido descubierto en su disco duro. Estaba perdido. No tenía salida.

Una vez llegó a su celda, decidió acabar con todo y se ahorcó. Los funcionarios de prisiones trataron de reanimarlo, pero finalmente murió.


«Operación Xanadú»

Las grabaciones que posiblemente empujaron a Mariusz a acabar con su vida se concentraron en lo que los agentes bautizaron como «operación Xanadú» –en referencia a la mansión del protagonista de «Ciudadano Kane»–. Eran un total de 800 videos «estremecedores» en los que el detenido desataba sus más bajos instintos contra su hija.

Los archivos de imágenes estaban clasificados según la edad que tenía Esperanza cuando era vejada y cada uno de ellos tenía su prolongación en un particular diario del terror en el que Mariusz relataba –«con todo lujo de detalles»– sus depravados actos.

«Todo lo que te puedas imaginar
», responden los investigadores cuando se les pregunta por el contenido de las grabaciones, que añaden: «Era la casa de los horrores».

Las carpetas, ordenadas de forma cronológica, se extendían hasta 2014 y fijaban el inicio de las agresiones en el momento en el que la pequeña tenía tres años de edad. Junto a ellas, otro documento de texto en el que el progenitor parecía flagelarse por sus actos impuros y expiar sus pecados: «Tengo que dejar de hacerlo», escribía de forma casi compulsiva, a lo que añadía sus intenciones de «dejar de beber». :roto2: :roto2:

Pero el valor de los videos, más allá de constatar el calvario vivido por Esperanza a lo largo de toda su infancia, fue desenmascarar a Zoe. La mujer no era esa madre abnegada sometida por un marido que amenazaba su vida.

«Miraba, grababa y participaba en las agresiones sensuales a su hija», afirma con rotundidad el jefe de la investigación, que explica que esta revelación abría un nuevo escenario en el caso. «Nos reunimos con el juez y el fiscal y se acordó la detención de la madre, pero había que decidir qué hacer con la pequeña y su hermano, ya que la relación con su familia no era buena», relata.

Los agentes trasladaron la situación al Servicio de Protección de la Junta de Andalucía, cuyos técnicos decidieron retirar la patria potestad de los niños a la mujer y que quedaran al cuidado de una familia de acogida.

Mientras la Administración autonómica procuraba un mayor bienestar a los pequeños, los agentes del Emume seguían con unas pesquisas que, por segunda vez, incrementarían las dimensiones del caso.

Más víctimas en el pueblo


Los investigadores hallaron una serie de videos en la que Mariusz y su esposa grababan a un grupo de niños ante los que se exhibían desnudos y a los que incitaban a imitar las prácticas sensuales que realizaban en su presencia mientras les ponían películas prono.

En las imágenes aparecía Esperanza cuando era poco mayor que un bebé y comenzaba a andar, por lo que se dató la autoría del video hace una década aproximadamente.

Los agentes contabilizaron un total de diez menores, que entonces tenían unos 12 años y que era preciso encontrar. Arrancó a partir de ese momento un trabajo de identificación que concluyó con la localización en Totalán de todos ellos.

Cada uno fue citado en el juzgado para, en presencia de los responsables del caso y la autoridad judicial, visionaran las grabaciones. «Se identificaban en las imágenes, pero no la situación ni el momento en el que se captaron», explica una de las fuentes, que añade que «alguno no pudo contener las lágrimas, que curiosamente eran de alegría porque se habían imaginado lo peor».

Estos hechos desembocaron en cargos por exhibicionismo y provocación sensual. Aunque la acusación se ampliaría rápidamente con un delito de elaboración de pronografía infantil porque su hija y estos menores no eran las únicas víctimas de Mariusz.

En el disco duro se descubrieron una serie de fotografías de alto contenido sensual protagonizadas por amigas de Esperanza. «No llegó a abusar de ellas», confirma el jefe del Emume de Málaga, quien añadió que este extremo quedó descartado por los exámenes forenses.

El resto de los videos adjuntados a este segundo informe dibujan al principal acusado como un auténtico depredador sensual, que fue capaz de instalar cámaras ocultas en el cuarto de baño de su casa para grabar a las niñas que allí acudían. Un método que también empleaba para tomar imágenes de menores en centros comerciales de la Axarquía malagueña.

La tercera y última línea de trabajo abierta hasta ahora se centra en los más de 60.000 archivos pedófilos hallados en el dispositivo de almacenamiento y que están protagonizados por menores nunca mayores de 15 años, presumiblemente de países del Este de Europa.

Todas estas imágenes, así como las protagonizadas por la pequeña Esperanza y las otras incautadas a su padre, se encuentran en la actualidad en las bases de datos de la UTPJ «por si algún día saltan» en alguna operación contra la pronografía infantil en internet. «Porque pensamos que Mariusz las intercambio con otros pedófilos», comenta el responsable de la investigación con el convencimiento de que el caso se reabrirá algún día.

Sin noticias de Esperanza

La crudeza de este caso ha marcado a los investigadores que estuvieron al frente, sobre todo porque se fraguó una gran empatía con la pequeña Esperanza. «Son asuntos que no te dejan indiferente, pero no hemos querido saber de la niña porque nuestras familias no se merecen que nos llevemos el trabajo a casa», comenta el responsable de la investigación. La niña se encuentra feliz con las personas que la han acogido y «sigue sacando buenas notas», según explicaron las fuentes consultadas por este periódico, que añadieron que se le está ayudando para superar los graves episodios vividos durante su infancia. Una niñez en la que no dudó en expresar públicamente su amor por su madre: «La mejor mamá del mundo», escribió en una red social.
(pero la madre no participaba también en las agresiones sensuales? se refiere a la madre de acogida? pero vamos a ver, esto no tiene sentido, es la madre la que denuncia la situación, cómo vas a denunciar eso si sabes que participas en los vídeos? solo porque tenía la falsa seguridad de que no iban a ser capaces de desencriptarlo? no tiene sentido y da para malpensar).

Destapan un centro de «producción» de pronografía infantil en un pequeño pueblo de Málaga
 
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Sara de la Hoz

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El juez Taín ha estado hoy en AR comentando el juicio por el crimen de León.
...
Que los de EP no tengan envidia que a lo largo del caso los hemos seguido muchísimo más, a pesar de que tampoco es que se hayan desmarcado mucho de la versión oficial; pero ahí están las intervenciones de Ángel Galán, Bárbara Arroyo, Jacobo Teijeiro, algunas de Nacho Abad, etc. El tratamiento periodístico de AR en relación al caso Asunta ha sido francamente penoso/sospechoso. Cuando veo este tipo de periodismo, me pregunto si yo sería capaz de hacer algo así en caso de desesperación económica. Decir lo contrario a lo que pienso por dinero en temas tan serios y de verdad, creo que no o que se me notaría un huevo (en temas políticos, por ejemplo, sí lo veo más o menos fácil, total, demagogia hacen todos -lo cual no quita que tampoco sea muy ético-). No alcanzo a comprender que haya gente tan jodidamente cínica.
 
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Torrente Ballester

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El juez Taín ha estado hoy en AR comentando el juicio por el crimen de León.
...
Que los de EP no tengan envidia que a lo largo del caso los hemos seguido muchísimo más, a pesar de que tampoco es que se hayan desmarcado mucho de la versión oficial; pero ahí están las intervenciones de Ángel Galán, Bárbara Arroyo, Jacobo Teijeiro, algunas de Nacho Abad, etc. El tratamiento periodístico de AR en relación al caso Asunta ha sido francamente penoso/sospechoso. Cuando veo este tipo de periodismo, me pregunto si yo sería capaz de hacer algo así en caso de desesperación económica. Decir lo contrario a lo que pienso por dinero en temas tan serios y de verdad, creo que no o que se me notaría un huevo (en temas políticos, por ejemplo, sí lo veo más o menos fácil, total, demagogia hacen todos -lo cual no quita que tampoco sea muy ético-). No alcanzo a comprender que haya gente tan jodidamente cínica.
Cínica, egocéntrica, egoísta y mala, no lo olvidemos.

Otra cosa.

Me suena muy raro que el comunicado del TSXJ diga que "la sentencia consideró probado que los acusados, de común acuerdo, suministraron repetidamente a su hija, desde al menos tres meses antes del fallecimiento, un medicamento que contenía lorazepam" y que no afirme con rotundidad y claridad que la sentencia consideró probado que fueron ellos los asesinos, y que fueron Porto y Basterra los que administraron a Asunta "el mismo fármaco... el día de su fallecimiento antes de asfixiarla en la vivienda familiar que poseían en la localidad de Teo".

Lo dice (condenados), pero lo dice con cierto grado de ambigüedad; tanto que, de no saberlo, se podrían hacer otras muchas lecturas. Raro!


TSXJ

Jueves, 14 de enero de 2016

La vista de apelación en el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia por el caso Asunta se celebrará el 23 de febrero

La sentencia ha sido recurrida por los dos condenados, el padre y la madre de la menor fallecida

Comunicación Poder Judicial

La Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia ya ha fijado fecha para la celebración de la vista de apelación en el caso Asunta. Será el 23 de febrero, a las 10 horas. Los dos acusados, el padre y la madre de la menor fallecida, han recurrido la sentencia de la sección sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña, con sede en Santiago, que los condenó a 18 años de prisión por un delito de asesinato, con la agravante de parentesco.

De conformidad con el veredicto del jurado, la sentencia consideró probado que los acusados, de común acuerdo, suministraron repetidamente a su hija, desde al menos tres meses antes del fallecimiento, un medicamento que contenía lorazepam. El mismo fármaco, de acuerdo con las conclusiones del Tribunal, le dieron el día de su fallecimiento antes de asfixiarla en la vivienda familiar que poseían en la localidad de Teo.



Basterra y Porto asistirán a la vista de apelación en el TSXG

Se celebrará el 23 de febrero en A Coruña y se podría alargar hasta el día siguiente // La resolución se conocerá en 15 días



Basterra y Porto asistirán a la vista de apelación en el TSXG
Se celebrará el 23 de febrero en A Coruña y se podría alargar hasta el día siguiente // La resolución se conocerá en 15 días


La sala segunda del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia en A Coruña acogerá el próximo martes 23 de febrero la vista de apelación en la que se revisará la sentencia por el asesinato de la pequeña Asunta Basterra.

Así, los dos acusados de dar de baja de la suscripción de la vida a la niña, Rosario Porto y Alfonso Basterra, tendrán que volver a sentarse ante el tribunal, mientras sus abogados exponen sus alegaciones. La vista de apelación está fijada para las 10.00 horas y para su celebración los padres de Asunta serán trasladados desde el centro penitenciario de Teixeiro hasta A Coruña. Según confirmó ayer el TSXG, la vista podría prolongarse hasta la tarde e incluso hasta el día siguiente. La decisión del jurado no se conocerá hasta dos semanas después.

Tanto Basterra y Porto recurrieron la sentencia de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña, con sede en Santiago, que los condenó a 18 años de prisión por un delito de asesinato, en ambos casos con la agravante de parentesco.


:pienso:
 

Sara de la Hoz

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Taín es todo un crack, le da a todos los palos. No solo habló del juicio por el crimen de León sino que también se atrevió a hablar de la investidura del 2 de marzo, de los gobiernos de coalición…



Se está mucho mejor en la tele que cayéndose de un décimo piso. Dónde va a parar…Yo lo entiendo perfectísimamente.



Hey Hercules!! Ya veo que nos lees, a ver si algún día liberas un poco de info… que nos tienes en ascuas (o mejor no, supongo que es mejor no saber demasiado :pienso: decídelo tú mismo pero por lo menos podrías decirme si crees que voy muy desencaminada en la impresión de que los padres podrían estar metidos en el “negocio” del prono infantil; un día ya comentaste que por ahí se sugería que podía tener que ver directa o indirectamente con el caso Galván, no sé si te es posible explicar y ampliar un poco esto o no hay bemoles -comprensible, por otra parte-).
Saludos a todos.
 
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Sara de la Hoz

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Why did two parents murder their adopted child? | Giles Tremlett | World news | The Guardian

Why did two parents murder their adopted child?

Asunta Fong Yang was adopted as a baby by a wealthy Spanish couple. Aged 12, she was found dead beside a country road. Not long after, her mother and father were arrested

Giles Tremlett

Tuesday 2 February 2016 06.00 GMT
Last modified on Friday 12 February 2016 11.25 GMT

One day in late June 2001, Rosario Porto, a petite, dark-haired lawyer from Santiago de Compostela, northern Spain, sat nervously on a flight to China beside her husband Alfonso Basterra, a quiet man from the Basque country, who worked as a freelance journalist. The couple, both in their mid-30s, were on their way to adopt a baby girl. Porto swallowed two tablets of Orfidal – a common anti-anxiety medicine that she had used before then – but remained too agitated and excited to sleep.

The couple had had no trouble persuading local Spanish authorities that they would make good parents and that their child would be surrounded by a loving extended family. Porto’s father was a lawyer who had been honorary consul for France in Santiago, and her mother was a university lecturer in history of art. They had given their daughter a flat that occupied a whole floor of a four-storey block in what some call Santiago’s “VIP zone”, home to the city’s upper middle class. The flat was decorated in the bold tones – blues, greens and yellows – that Porto liked, and full of art, curiosities and colourful rugs from around the world. The child’s bedroom would have wallpaper covered in clouds and suns.

At that time, adopting from China was unusual. Nobody in Santiago, a solidly bourgeois city of 93,000 people, had done so before, and only a few Chinese children had been adopted in the wider region of Galicia, a mostly rural area of 2.7 million people. But Spanish parents wanting to adopt were beginning to cast a wide net. With a plummeting birth rate and strict adoption laws, there were relatively few Spanish children needing homes, while adopting abroad was relatively quick and easy – at least for couples who could afford the costs of €10,000 or more. By 2004, Spain would rank second in the world for foreign adoptions – behind only the United States. The amowing year, adoptions of Chinese children peaked at 2,750. Of these children, 95% were girls (the one-child policy placed an added premium on boys).

Adopting a baby girl from abroad brought the satisfaction and, for some, the jovenlandesal cachet of rescuing a child in need. In the progressive, cultured environment in which the Basterra Porto family moved, they could expect nothing but praise. Porto, who inherited her father’s role as honorary consul, even appeared on local television to share her wisdom and experience about adopting.
The audio long read Why did two parents murder their adopted child?
Asunta Fong Yang was adopted as a baby by a wealthy Spanish couple. Aged 12, she was found dead beside a country road. Not long after, her mother and father were arrested


Psychologists’ reports painted a positive picture of the couple. Porto was “friendly, relaxed, emotionally expressive, cooperative, adaptable and solicitous,” they said. “I am a passionate woman,” she told them, describing her husband as “patient, easy-going, understanding and with a sense of humour, a strong character who makes his own decisions.” The Porto family, one of their friends told me, were “aristocracy”.

In China, an underweight, undersized nine-month-old baby girl from Hunan province called Asunta Fong Yang awaited them. It was, Basterra would recall, “an incredible trip”. Two weeks later, after navigating the Chinese red tape and making the required payments, they brought the little girl home to Santiago. Her new Spanish identity documents showed that she was now Asunta Fong Yang Basterra Porto.

The child grew and began to gain weight, though she remained slight and suffered the routine ailments of childhood: fevers, gastroenteritis and other illnesses that scare parents but pass quickly. In the circles in which Porto – “Charo” to friends and family – moved, friendly doctors were always on hand. There was no need to go to the public health centre, where a paediatrician had been assigned to Asunta. They went, instead, to the city’s major hospital, where a friendly consultant would oversee future care. Even prescription-only medicines could be obtained from friendly pharmacists. It was a privilege of class, but this was how things worked in Santiago – a charming, tranquil city that functions as the capital of the increasingly self-governing region of Galicia. “Like other provincial cities, Santiago can be very complacent,” the Galician writer Miguel Anxo Murado told me. The couple were happy to use their contacts. They were simply doing their best for Asunta.

Over time it became apparent that Asunta was special. By the time she reached secondary school she was deemed so bright that she skipped an academic year. Her parents both pushed her and fretted about her abilities. “Well-handled, they are a good thing,” Porto told friends after reading up on gifted children. “But they can be a problem.” There were private classes in English, French and Chinese, plus German at school. Asunta already spoke Spanish and Galician, the Portuguese-tinged language of this green, damp corner of Atlantic Spain. There were also private classes in ballet, violin and piano – often demanded by Asunta herself.

“She once told us what her Saturdays were like,” Asunta’s ballet teacher, an English woman named Gail Brevitt, recalled. “She got up at 7am, did Chinese from 8 until 10, came to ballet from 10.15 to 12.30, then did French until lunchtime. And then there was violin and piano.” Asunta’s proud parents amowed her progress carefully. The girl was timid with strangers, but exuberant at home – playing practical jokes, haranguing her parents with mock political speeches or flouncing around in her ballet costumes. There were concerts and theatre trips, while her mother became involved in the Ateneo, a liberal cultural club that arranged talks, debates and concerts.

On Saturday, she got up at 7, did Chinese from 8 until 10, came to ballet from 10.15 to 12.30, then did French

By the time she turned 12 in September 2012, Asunta might have been expected to be getting fed up with being, to all appearances, a project child – someone who was determinedly being shaped into a prodigy. Once, when her mother was going through a list of after-school activities in front of acquaintances, the girl snapped: “That’s one that I’m doing because you like it!” But mostly Asunta seemed happy. She was talented, disciplined and enjoyed what she did. She was also reserved, sharing her few concerns with Carmen González, the family’s cleaner and nanny, or with her elderly but active godmother, María Isabel Veliz. She was now five inches taller than Porto, and on the verge of womanhood. “To me they seemed an idyllic family,” said González.
* * *
But the family had started to show some cracks. In 2009, Porto spent two nights in a private psychiatric hospital, saying she felt suicidal, apathetic and guilty. Her mind was a high-speed whirl, she said, and she felt in competition with her own mother. “She [Porto] gets very irritable with her daughter, who is a bother,” a psychiatrist wrote in her notes. After two days, however, Porto discharged herself and only returned for one of the regular checkups that had been scheduled for her.

Two years later, in 2011, Porto had recovered her balance and began to think about sending her daughter away to school in England for a year. This would allow her to polish her English and help ensure that Asunta lived up to her natural brilliance. Porto had done something similar, spending a year at school in Oxford as a teenager and, as a 22-year-old student, travelling to France as an Erasmus exchange student. She had lasted only a few months in France. “Nobody knew who I was. Here in Santiago, as my father was a faculty teacher, they treated me with greater consideration,” she explained later. Her self-esteem was brittle, and it was during her time in France that a cycle of occasional tailspins into acute anxiety or depression had started. Porto began working in her father’s law practice after graduating and later posted a CV online in which she claimed to have completed her Erasmus year and studied at the London High School of Law, an institution that does not exist.

In September 2013, aged 12, Asunta started back at school after a long summer holiday that included several happy weeks with her nanny in her home village and with her godmother at a local beach resort, swimming in the sea and going to local fiestas. “She had a wonderful time,” said Veliz. Her parents were nearby in Santiago or at their own beach apartment, but spent only a week of that six-week period with Asunta. They were recovering from an emotionally draining 18 months. This black period had started with the deaths of Porto’s mother and, seven months later, her father. Both had died in their beds. Asunta had spent lots of time with her grandparents, strolling through the city’s Alameda park with her grandfather, who would walk her home from ballet class. Her maternal grandmother had been the family’s driving force. She had “a personality like a lawnmower”, said one acquaintance. Porto called her “charmingly awful”.

The losses exposed the faultlines in Porto’s marriage. Early in 2013, she and Basterra had suddenly divorced, much to the surprise of their friends. In fact, Porto’s enthusiasm for a man she saw as excessively puritan, antisocial, apathetic and unpredictable had run out long before. She admitted to a friend that she had tired of her underachieving “house-husband”. Porto had taken a lover – a self-assured, energetic and successful businessman called Manuel García. When Basterra discovered the affair, after rummaging through his wife’s emails, the marriage crumbled. He moved away, staying with relatives in the Basque country, but returned three weeks later, taking a tiny apartment around the corner. His only aim, he said, was to see Asunta grow up happy.

Porto had sat Asunta down and given her the divorced parents’ talk, full of reassurances that her parents adored her but that mummy and daddy no longer loved each other. “So who will cook?” Asunta wanted to know. It was a pertinent question. Her father, whose freelance work was erratic, had been chef and chief housekeeper. Basterra bombarded his ex-wife with emails reminding her of all the household tasks that would now fall on her, knowing that her inability to organise herself would make her anxious. “I doubt if she has ever even boiled an egg,” said one friend. Without Porto’s money, Basterra had come down in the world. His wife’s choice of lover – García, who was still married and who Basterra regarded as vulgar – only added to his sense of resentment.

No one knows how Asunta, entering adolescence, reacted to all this. The perfect certainties of her world were being dismantled, and her trust in her parents must have been shaken.
Alfonso Basterra and Rosario Porto suddenly divorced in 2013, much to the surprise of their friends.

In June 2013, Porto had a nervous breakdown that provoked acute physical symptoms, including dizziness and the seizing up of one side of her face. Basterra rushed to his ex-wife’s hospital bed and, a week later, helped to set her up again at home. In some ways, it was a return to their old life. They had meals at his place and he even thought they might move back in together.

Meanwhile, Asunta carried on with her many extra activities. When she laid her study books out in a fan shape across the colourful rug on her bedroom floor on the afternoon of Saturday 21 September 2013 – after she and her mother had eaten lunch at her father’s flat, amowed by a game of cards and an episode of The Simpsons – it seemed that the family had overcome its recent traumas and that Asunta’s life was firmly back on course.
* * *

Alfredo Balsa is well-known to police in and around Santiago de Compostela. An assiduous visitor of clubes de alterne – the legal, neon-lit bar-brothels that sit on the edges of every Spanish town – he had the habit of driving around drunk in his home parish of Teo, a sprawl of villages outside Santiago. By September 2013 he had been caught so often that his driving licence had been taken away, but the nearest club de alterne – the Satay– was only a mile away, down well-maintained dirt tracks, and the chances of being caught driving there were almost non-existent.

In the early hours of 22 September, he and a friend rolled out of a bar in the village of Feros, got into Balsa’s white Volkswagen Golf, and drove down the broad track to the back of the Satay. It was a remarkably bright night, but the oak and pine trees cast deep, black shadows, and it was among these that Balsa glimpsed something strange. It looked like a scarecrow. He stopped the car, reversed, pointed the headlights towards the spot and, sure enough, a human shape lay stretched out on a gently-sloping bank just two metres from the track.

They got out of the car and stepped cautiously towards it. A girl lay on the bed of fallen pine needles, dressed in mud-stained grey sweatpants, with one arm half-inside a matching top and a white T-shirt pulled above her stomach. She was barefoot. The girl’s left arm was curled up to her shoulder, a large wet stain ran around her crotch, and there was a small amount of blood-tinged mucus under her nose. It was a shocking find, made stranger in this quiet country area because the girl was Asian. The men felt for a pulse, but there was none.
* * *
Police knew immediately who the victim was. Rosario Porto and Alfonso Basterra had appeared at the main Santiago police station, a honey-coloured stone building in a manicured barrio near the cathedral, at 10.17pm that night to report that Asunta had gone missing. The police record noted that Asunta had been left at her mother’s apartment doing her homework at 7pm while Porto went to the family’s country house – a walled retreat built by her parents, with a swimming pool and tennis court. The house was also in Teo parish, 20 minutes from Santiago and some four kilometres from where the body was found. When Porto returned at 9.30pm the girl had disappeared.

Asunta was a disciplined, obedient child – not the sort to wander off – so her mother had rung Basterra and they had waited a few minutes to see if she was walking from one parent’s apartment to the other. They told the duty police inspector, Javier Vilacoba, that they had called a few of Asunta’s friends, but nobody had heard from her since Porto had gone to the country house. Just before they left the police station, Basterra reminded Porto to tell Vilacoba about a strange incident from earlier in the summer. At 2am on a July night, she said, she had been woken by Asunta screaming. When she rushed to the girl’s room she found a man dressed in black with latex gloves, bending over the child. As the man ran out, he pushed past Porto and bruised her cheek. They had left the keys in the outside lock of the apartment by mistake, though Porto did not know how the man – who she assumed knew about a safe box containing thousands of euros in cash – had entered the building.

Porto had consulted police at the time but decided not to make a formal report of the incident. Break-ins were rarely solved, she reasoned, and nothing was missing. “Asunta was a antiestéticarful girl. I did not want her to feel unsafe in her own home,” Porto said. It was an odd explanation, made stranger by the fact that she did not inform her neighbours. But witnesses noticed Porto’s bruised face and the fact that something very frightening had obviously happened. “Today someone tried to kill me!” Asunta texted to a friend. Two months later, it seemed, someone had succeeded.

Inspector Vilacoba gave Asunta’s parents the news at 4.45am. He and Basterra had smoked a cigarette together outside the apartment building in the warm night air a few hours earlier. Basterra had muttered that Asunta must be dead and that he hoped she had not been raped.

The next two days were a blur of police interrogations, pain and pills. Porto’s parents had both been cremated and on 24 September, for the third time in 18 months, she was back in the crematorium. Wakes are public affairs in Spain and the crematorium was packed. Porto and her ex-husband took mobile phone photographs of the closed white coffin – which had been displayed behind a glass screen, surrounded by large wreaths of white roses and lilies – before it went into the incinerator.

News reporters gathered outside. A veteran local television journalist, Tareixa Navaza, stepped forward as the family’s spokeswoman and when someone suggested that the parents were under investigation, she reacted angrily. She knew the family, she said, and would walk through fire to prove her belief in Porto’s innocence. While Basterra wept, a man approached Porto. He whispered something into her ear and they walked off together. It took a while for anyone to notice her absence.

Soon news came through from Spain’s Civil Guard police, which investigates crimes committed in rural areas. Porto had been arrested at the funeral. To anyone who knew her, the idea that Rosario Porto might kill her own daughter was ridiculous. “I just don’t understand. I never saw Charo mistreat Asunta in any way,” a neighbour, Olga Fachal, told me.

Not everyone agreed. An energetic and controversial investigating magistrate named José Antonio Vázquez Taín, who sometimes writes novels based on his cases, was detailed to oversee the investigation. It was the maverick Taín – famous for bounding out of his office in jeans and T-shirts to greet visitors – who had ordered the arrest.
* * *
Even though there was no physical evidence, such as fingerprints or fibres, to link Porto to the girl’s corpse, the police had sound reasons for arresting her. The most compelling evidence came from a CCTV camera at a petrol station near her apartment. The footage showed Porto driving the family’s old, green Mercedes Benz on a route that led towards their country house. A long-haired girl sat beside her. The timecode revealed that the footage had been taken at a time when, according to Porto’s versions of events, Asunta was meant to be at home.

When shown the video, Porto admitted that the passenger was her daughter, blaming nerves, pills and shame at the girl’s death for blurring her memory. They had briefly gone to the country house in Teo, she explained, but Asunta felt ill and had insisted on being taken home. She had dropped her off near the apartment in Santiago. Porto claimed to have then spent most of the evening driving around on errands that, because of her scattiness, she failed to complete.

Porto’s behaviour had already seemed suspicious. When police had taken her to the country house hours after the body was found, she had rushed towards a room that contained a wastepaper basket with snippets of orange baler twine inside. The twine was similar to some found next to the body, which, investigators concluded, must have been used to tie Asunta’s limbs together. A roll of the same kind of twine – which is common in rural areas – was discovered in a storeroom, but forensic scientists were unable to say if the bits found by the corpse came from that particular roll.

If Porto had murdered Asunta, it seemed likely that she must have had an accomplice. At barely 4ft 8in tall, Porto would have had trouble lifting Asunta’s corpse and laying it neatly by the roadside without leaving drag marks. So, the day after Porto was arrested, Judge Taín ordered the arrest of Basterra.

The public was understandably shocked. Santiago is a small city, a place where anonymity is impossible and appearances count. Porto and her husband were a popular, considerate couple. She had made a point of hiding her problems behind a cheery disposition. She was intense and absent-minded, but not at all snobbish and given to sudden, unsolicited generosity. When Asunta grew out of her clothes, her mother rang around friends with smaller daughters. “They wouldn’t just offer the clothes, they would package them up and bring them round,” said Demetrio Peláez, a journalist who worked with Basterra at El Correo, the local newspaper, in the late 1980s. Karen Duncan-Barlow, a university lecturer who gave English classes to Porto as a teenager, found herself spontaneously invited round for Christmas dinners after running into her decades later.
Rosario Porto being arrested on suspicion of murder.

Basterra specialised in travel journalism, but made no mark on the city’s media. He attempted to build a career in radio but his speaking voice was notoriously dull. “He was like a dead mosquito,” said another person who worked with him. When he was first courting Porto, Basterra irritated his fellow journalists at El Correo by abandoning half-written news items in order to make sure he was at the theatre or concert hall on time. There was also envy at his lifestyle. “We couldn’t afford to go to the Caribbean,” said one.

Basterra’s family came from the Basque city of Bilbao and had been well-off before his father frittered away the money. He, nevertheless, clung onto the importance of class and gentlemanly conduct as part of what he called “the honour of the Basterras”. Those who knew the couple well were aware that Porto could be capricious and demanding and some saw Basterra as a mousy, dominated man. But he also had haughty, disdainful side, with what Duncan-Barlow called a condescending attitude to his “little woman”. On various occasions Basterra had lashed out and hit Porto, though investigators did not find this out until much later.

There was very little physical evidence to implicate Basterra, who claimed to have been alone in his apartment, cooking or reading a book with his phone turned off, when the murder happened. His wife, too, said that her phone’s battery had run out, meaning their movements could not be tracked from data picked up by cellphone towers.

Asunta had spent the final night of her life in a bunk bed at her father’s flat after Porto had called to say she would be late back from an exhibition that was being held out of town. Her absence was a sign that Basterra’s hopes of a return to normal family life were fantasy. He had demanded, when offering to care for Porto after her breakdown, that she ditch her lover García – who had originally hired her to help with real estate deals in Morocco. She had agreed, but secretly took up with him again on the day before the murder, sailing off in his boat for an afternoon of lovemaking.

In addition to the CCTV footage, there was one more reason to suspect the couple. Forensic scientists had tested Asunta’s blood and urine, revealing highly toxic levels of lorazepam – the main active ingredient in the Orfidal pills that Porto had long used to calm anxiety attacks. Initial results suggested that Asunta had been drugged and then smothered.

Teachers at two music academies recalled that in the months before her death, Asunta had sometimes been dopey and stumbling, unable to read her sheet music or even walk straight. “I took some white powders,” she told Isabel Bello, who ran one of the academies. “I don’t know what they are giving me. No one tells me the truth,” she complained to a violin teacher. Unusually, on the Wednesday before her death, Asunta had also missed school. Porto wrote a note explaining that she had reacted badly to some medicine.

Forensic scientists tested a strand of Asunta’s hair and discovered the presence of lorazepam along the first three centimetres. Since hair grows at about a centimetre a month, they concluded that she had also been ingesting smaller doses of the drug for three months. This matched the stories told by her teachers.

Investigators began to develop their theory. Asunta’s adopted parents, they decided, had grown tired of the girl they had “bought” a decade earlier. The killing had been a carefully planned attempt to rid themselves of an increasingly bothersome pre-adolescent child. The plot had included experimental dosing of the girl with Orfidal, careful disabling of their mobile phones, and an arrogant belief that they would be able to convince people that Asunta had been abducted and murdered. Porto was the driving force behind the crime, they suspected, and had been unhinged by the recent deaths of her parents. A psychologist who had treated her in the weeks before the murder said that she had felt “overwhelmed” by Asunta.

They are two of the most selfish people I've met. She's a spoilt child. He thinks he's superior to the rest of the world

Immediately after his arrest, Basterra was put in a police cell next to his wife, separated by a flimsy partition through which they could speak – and be secretly recorded on video. The police amassed hours of tape but at no point in the recorded conversations was there any admission of guilt or any other evidence to use against Basterra and Porto (a court would also later declare the recordings inadmissible). “Look what trouble your overheated imagination has got us into,” was one of several enigmatic phrases used by Porto.

Asunta’s adopted father Alfonso Basterra was also arrested.

But the tape did reveal something unexpected. When left alone, Basterra was no longer submissive. “Silence!” he commanded Porto when it seemed she was talking too much.

That was a surprise,” Taín told me. “It seems they took it in turns to be dominant.” Basterra, investigators decided, was just as likely to be the main instigator. “They are two of the most selfish people I have met,” one of the interrogators told me. “She is a spoilt child. He thinks he is superior to the rest of the world.”
* * *
For the next two years, as the police investigation proceeded sluggishly, Spain’s popular tabloid television shows speculated wildly about guilt, motive and evidence, while spreading unsubstantiated rumours that Basterra was a paedophile or that Porto had murdered her parents. Details of the police investigation were leaked and rumours circulated freely. Everybody seemed to have an opinion about the guilt or innocence of Porto and Basterra, yet nobody could explain such an apparently motiveless crime.

Cases in which children are murdered by adoptive parents are exceedingly rare. In the few instances where parents kill children, the crime is typically the result of a moment of rage or overpowering feelings of inadequacy. Obedient and gifted, Asunta did not fit the profile of a victim of this kind of crime. Nor did her parents fit the profile of child-murderers. Porto may have suffered depression and anxiety attacks, but those do not turn mothers into killers.

It was not until 1 October 2015 that the prosecution finally laid out its case before a jury, in the anodyne surroundings of Santiago’s smartest courtroom. Two years of prison had taken their toll on Porto and Basterra, who had suffered the taunts and insults that prisoners reserve for child abusers. Porto had spent much of her jail time in a weepy, pharmaceutical daze. Basterra, now almost fully bald and white-bearded, had developed a fierce hatred of Taín and the police investigators. In court, he was openly confrontational, maintaining an indignant and occasionally sneering attitude during questioning and mouthing silent expletives – his dark eyebrows bouncing up over thick-rimmed glasses – when upset. Porto was confused and tearful, with sudden moments of coherence and a determination to persuade the jury that her memory lapses were part of wider nervous troubles. Both wore black.

Over the next month, through long sessions that started at 10am and sometimes lasted until evening, a jury of nine men and women listened to the evidence, although – like most Spaniards – they had probably already heard or read vast amounts about the case. Other than the music and ballet teachers who had seen Asunta dazed or upset, all the witnesses described Porto and Basterra as model parents. “To me they were always a perfect family,” said González, the nanny.

Porto may have suffered depression and anxiety attacks, but those do not turn mothers into killers

Prosecutors continued to insist that the pair had spent months devising a cold-blooded conspiracy to eliminate their own daughter – though they eventually downgraded the charges against Basterra, depicting him as an accomplice to his ex-wife’s murder plot. Porto was still unable to explain her initial lies about her movements on the day of Asunta’s death. The weak spot in Basterra’s defence, apart from the violence towards his wife, (described in a perfunctory manner during the trial by his ex-wife, who insisted he had been a marvellous father) was the Orfidal. During the trial it was revealed that he had obtained at least 175 pills over 10 weeks – some legally with his wife’s prescription, others without a prescription, and still more with a prescription he obtained after lying to his own doctor. Porto, however, insisted that she had only used them occasionally. Asunta, the jury was told, had somehow been made to swallow at least 27 ground-up pills – nine times as powerful as a strong adult dose – on the day she died. Neither parent could explain how or why, and both claimed that they had only given her pills to treat hayfever on the days she appeared dizzy.

After three and a half days of deliberation, the jury produced a verdict that was even harsher than that sought by the prosecutor. They accepted the evidence of a 15-year-old acquaintance of Asunta who claimed to have seen her in the street with Basterra on the day of the crime when he was meant to be alone at home. Basterra, their spokesman said, may have ****** in the back seat of the car when Asunta was driven to the country house. She had been smothered there, then dumped at the country track. The judge handed Basterra and Porto 18-year sentences, as the crime was committed before a new law introduced life sentences for child-murderers. Both have appealed to have their convictions overturned.

The guilty verdict threw up a fresh set of unanswerable questions. Investigators can only guess at why the couple decided to adopt. Basterra had never wanted children, according to Porto. Pressure from her parents was part of it. “I think they wanted to project the stereotype of a happy family,” said one investigator, who saw both as arrogant and selfish. “If she wants something, she thinks she can just buy it. And if she doesn’t want it, she gets rid of it. He helps her to satisfy her whims. But when she is dependent, he becomes violent.” It is impossible to say whether, if true, any of this might have been spotted earlier. Court-appointed psychologists who interviewed Porto after the crime (Basterra refused to be profiled by them) deemed her narcissistic and depressive, but capable of distinguishing between right and wrong.

It is understandable that those who assessed their suitability as adoptive parents never imagined Porto and Basterra turning into child-murderers. But the guilty verdict ought to have provoked some soul-searching. It is now clear that Porto’s psychiatric problems began well before the adoption, but they were either kept secret by Porto or discounted by the psychologists who assessed her adoption application. Officials from the regional government of Galicia repeatedly refused to say whether they had carried out an internal enquiry or revised procedures in light of Asunta’s death.

According to adoptive parents of other Chinese children in the region, the selection process for parents in Galicia wanting to adopt is now exhaustive. China has since tightened its adoption rules and far fewer girls like Asunta are leaving the country. In fact, across the world, international adoptions have fallen to below half their 2004 peak of 45,288, reflecting concerns about both trafficking and the new levels of protection offered by host countries. Events as shocking as the murder of Asunta Fong Yang remain, thankfully, few and far between.

A 12-year-old child has had few opportunities to leave a lasting mark on the world. On death, almost everything disappears. Asunta Fong Yang is no exception. Only a few things now remain. One is a blog she used to practise her written English, where she showed a taste for murder mysteries. “Once upon a time there was a happy family; a man, a woman and a son,” starts one. “One day the woman was assesinated (sic).”

The site where Asunta’s corpse was found has become a small shrine, populated by slowly disintegrating cuddly toys, candles, plastic flowers and the occasional fresh bunch of chrysanthemums. “You showed no compassion, no feelings, no heart,” reads a rough, hand-painted sign, chastising her parents. Her ashes also remain. After the arrests, the crematorium’s manager had to ask Taín what he should do with them. They were eventually given to a friend of Rosario Porto. It will be up to her adoptive parents – also now her convicted murderers – to decide what happens to them.


No aporta nada nuevo, pero que el tema se trate a nivel internacional (y no solo en China) aunque sea desde el punto de vista oficial, yo creo que es positivo en la medida en que un mayor número de gente puede dudar de la VO y si entre esas personas hay científicos expertos, criminólogos, etc., pues digo yo que aumentarán las probabilidades de que se esclarezca el caso aunque sea dentro de mil años (aunque supongo que es imposible porque a estas alturas estará todo atado y bien atado...).
 
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Torrente Ballester

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Why did two parents murder their adopted child? | Giles Tremlett | World news | The Guardian

Why did two parents murder their adopted child?

Asunta Fong Yang was adopted as a baby by a wealthy Spanish couple. Aged 12, she was found dead beside a country road. Not long after, her mother and father were arrested

Giles Tremlett

Tuesday 2 February 2016 06.00 GMT
Last modified on Friday 12 February 2016 11.25 GMT

... His wife’s choice of lover – García, who was still married and who Basterra regarded as vulgar – only added to his sense of resentment.



No aporta nada nuevo, pero que el tema se trate a nivel internacional (y no solo en China) aunque sea desde el punto de vista oficial, yo creo que es positivo en la medida en que un mayor número de gente puede dudar de la VO y si entre esas personas hay científicos expertos, criminólogos, etc., pues digo yo que aumentarán las probabilidades de que se esclarezca el caso aunque sea dentro de mil años (aunque supongo que es imposible porque a estas alturas estará todo atado y bien atado...).
Pues hay un dato nuevo un poco curioso, así que lo señalamos para que no se nos pase: García, who was still married / Manuel García Rendo, que estaba todavía casado. Añado yo: y que en abril de 2015 estaba tan "ricamente" disfrutando, en Estoril, en el campeonato de motociclismo, participando esta vez como independiente y no como miembro del club gallego.

¿Y si hablara la ex-?

No, no hablará nadie: el miedo real en Galicia supera a cualquier ficción. Un ejemplo.

Están analizando los asuntos legales sobre qué hacer con los restos (cenizas, en este caso) de un asesinado por ambos padres y los expertos no quieren que se citen sus nombres bajo ningún concepto (en spoiler, artículo reciente, aunque varias de estas cosas ya las habíamos dicho en estos hilos).


¿Quién decide sobre las cenizas de Asunta?

No existe ninguna ley para el caso de los restos mortales de una víctima cuyos padres han sido condenados por el asesinato

SILVIA R. PONTEVEDRA
Santiago de Compostela 2 FEB 2016

Las cenizas de Asunta Basterra, la niña compostelana asesinada en septiembre de 2013, siguen custodiadas en casa de una amiga íntima de la madre desde un mes después de aquella ceremonia de incineración en la que Rosario Porto fue detenida por orden del juez instructor. Nadie, de momento, ha tomado una decisión sobre el destino final de esos restos, que permanecen en la órbita más próxima a los padres de la pequeña.

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En otro caso, con unos parientes totalmente ajenos al crimen, no habría duda sobre quién debería hacerse cargo de la urna funeraria. Y, si en vez de esto, un padre resultase culpable, el otro progenitor, inocente del delito y por tanto también víctima, tendría la última palabra. Lo excepcional es que las dos personas naturalmente destinadas a decidir si esas cenizas se guardan en un cementerio, se arrojan, por ejemplo, al mar, o se depositan en un lugar querido por el difunto, se encuentren condenadas como coautoras del asesinato.

Superada durante el juicio (aunque no agotada) la discusión acerca de si fue correcta la decisión del juez instructor, Vázquez Taín, que permitió incinerar el cuerpo a los dos días de la muerte tras la autopsia, la nueva cuestión también es polémica. El debate queda abierto en cuanto a un grupo de juristas se les pregunta quién debe hacerse cargo ahora, quién tiene derecho a decidir acerca de las cenizas de Asunta una vez que los padres se encuentran en la prisión coruñesa de Teixeiro cumpliendo una pena de 18 años. "¡Vaya preguntita!", exclama un catedrático de la Universidad de Santiago, que confiesa que antes de responder necesita revisitar varios códigos y asimilar la idea. "Es un tema muy difícil, muy discutible", contesta otra profesora. Los cuatro catedráticos consultados en la Facultad de Derecho de este campus coinciden en algunos aspectos y discrepan en otros. Y lo único que queda completamente claro, después de que hablan todos, es que "la cuestión no está resuelta en la norma", "no hay una ley ad hoc" en España para un caso como este.

La sentencia retira la patria potestad de los condenados por el mismo tiempo que dura la pena de prisión. Pero la custodia de las cenizas no es un asunto de patria potestad, porque esta se extingue para los padres o tutores en el mismo instante en que muere el pupilo. Las cenizas, aunque en esto también surgen discrepancias y matizaciones entre los consultados, tienen más que ver con otros conceptos como son la "prolongación de la personalidad" del finado, la "tutela de su memoria" e incluso su herencia material. "Es una cuestión que habría que abordar desde el Derecho Civil y el Penal, la Ética y hasta la Filosofía del Derecho", apunta una de las expertas para describir la complejidad del asunto. Al igual que su compañera, esta veterana catedrática pide no ser citada con su nombre en una información referida a un caso tan mediático y escabroso como el de la muerte de Asunta.

"Los restos son un bien jurídico protegido", ilustra a continuación la otra profesora, "en realidad, es como si fueran una herencia más, pero en Derecho las cenizas no forman parte de la herencia". "Llegado el caso", sigue desarrollando su idea la catedrática, a la hora de encontrar una salida en este limbo legal en el que se hallan las cenizas de la pequeña adoptada en China y fallecida cuando aún tenía 12 años, "un juez podría optar por decidir que la capacidad de los padres prevalece", o bien "podría acordar que lo más correcto es aplicar, por analogía, a las cenizas la normativa referida a la herencia, y entonces, según el artículo 756 del Código Civil, los padres serían indignos para suceder porque ambos han sido condenados".

La sentencia condenatoria es, para el autor de una muerte, "causa de indignidad para heredar" cualquier bien que pudiera poseer su víctima; en el caso de Asunta, quizás solo objetos personales porque, en contra del bulo que circuló al principio, en el testamento los abuelos maternos dejaron su abundante patrimonio a Rosario Porto.

"Las cenizas, en mi opinión, tienen mucho más que ver con la tutela de la memoria del fallecido, y lo que correspondería sería explorar quién ostenta esos derechos", comenta luego la misma catedrática. Normalmente, sigue, estos "son de los padres", pero podría ser que en esta ocasión tuviese que "velar" por esa memoria "el ministerio fiscal".

Cabría, además, la posibilidad de que el pariente más cercano de la pequeña, en este caso el abuelo paterno, o incluso alguna otra persona fuertemente vinculada a ella, decidiese implicarse para salvaguardar ese recuerdo de la niña e iniciase un procedimiento que "necesariamente tendría que pasar por la vía judicial", añade otro catedrático de Civil, Ángel Rebolledo.

"Para hacerse cargo de las cenizas de su nieta, el abuelo (el ascendente más directo, una vez que los padres, por coherencia, quedan deslegitimados) tendría que iniciar un procedimiento de jurisdicción voluntaria", explica una abogada. "La solución legal para poder decidir sobre las cenizas debería ser parecida a la del caso de alguien que depende de una máquina para mantener sus funciones vitales", defiende esta letrada de Lugo, "si hubieran intentado dar de baja de la suscripción de la vida a Asunta y en lugar de fallecer hubiera quedado en estado vegetal, supeditada a una máquina de por vida, a falta de padres quienes podrían promover que el hospital la desconectase sería, en primer lugar, el abuelo que le queda, a través de un juzgado de lo Civil por medio un expediente de jurisdicción voluntaria".

"Yo entiendo que es un asunto de Derecho Civil", comenta el catedrático de Penal Gumersindo Guinarte. "No existe ninguna normativa, pero es muy posible que en la práctica, en España, se hayan dado casos semejantes. Y también es muy posible que se resolviesen de manera alegal". No obstante, "que no haya leyes concretas" para casos tan particulares, defiende Rebolledo, "no quiere decir que los principios del derecho español no tengan una respuesta". En estos principios, y no con un código en la mano, sino con todos ellos "a la vez", asegura el experto en Civil, "un juez encontrará la solución".

Rebolledo discrepa de los compañeros que consideran que la sentencia condenatoria de la Audiencia Provincial de A Coruña convierte en "indignos" a los padres. El catedrático recuerda que el fallo, de momento, "no es firme". Ha sido recurrido y ahora es otra instancia -el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia - la que debe decidir el próximo día 23. En estas circunstancias, cabe plantearse que Rosario Porto y Alfonso Basterra pudiesen reclamar, a través de sus defensas, su capacidad de determinar el destino de los restos mortales de la menor. "Y la justicia encontraría la respuesta", insiste el profesor, "porque aunque es ciega, no es insensible": "El juez sobre el que recayese el asunto tomaría una decisión no conforme a su jovenlandesal, sino conforme al derecho". Y todo esto, sin olvidar que el caso Asunta aún podría "acabar mucho más tarde, en el Supremo, y que allí decidiesen absolverlos", plantea. Si ya no son culpables del delito, "¿cómo no van a poder decidir entonces sobre las cenizas de su hija?".

Algunos jueces, sin embargo, creen que el origen del problema está en las decisiones que se tomaron en septiembre de 2013, tras la muerte de la niña, cuando el instructor permitió la incineración. Durante el juicio, el jefe del Instituto de Medicina Legal de Galicia que se hizo cargo de la autopsia aseguró que dio su aprobación al magistrado para quemar lo que quedaba de la pequeña después de que se tomasen cientos de muestras de su cuerpo para nuevas pruebas. El cadáver era ya "inservible" para cualquier contrapericia, defendió el médico. El día de la incineración, y mucho antes, tal y como quedó claro también en las sesiones, Rosario Porto ya era sospechosa. También lo era la mañana en la que se presentó en el juzgado con Basterra, su exesposo, para que el juez autorizase la incineración.

"Hay un caso muy reciente en Santiago, el del bebé que supuestamente mató su madre en un hotel. El padre pidió la incineración y la juez, Ana López Suevos, no la autorizó", recuerda otra magistrada gallega. "Por muchas muestras que se tomen, puede ocurrir que pierda alguna, que se rompa la cadena de custodia, que surja un episodio inexplicable como el de la mancha de leche en la camiseta de Asunta, o que haya zonas del cuerpo que se descartasen para realizar pruebas en un primer momento y después, a la luz de la investigación, se tenga que buscar en ellas una respuesta clave".

A finales de octubre de 2013, ya con la madre y el padre de la cría imputados y en prisión provisional, el abogado de Rosario Porto, José Luis Gutiérrez Aranguren, se presentó con un poder en la Funeraria Apóstol en compañía de T. S., la mujer que ella había nombrado para hacerse cargo de la urna con las cenizas. La empresa las mantenía en depósito desde que, en la incineración, la ahora condenada había sido detenida.

Todavía hoy esta vieja amiga de la familia, que no vive en Santiago, sigue visitando a Porto en prisión: "Somos como familia", describió al tribunal del jurado. La semana en la que murió Asunta había hablado con la niña por teléfono. Llamó a la casa de Porto para despedirse, porque se marchaba a "un largo viaje". A la vuelta de este se encontró con la encomienda de custodiar las cenizas. Y con ella siguen. "Para Charo era un orgullo ser la madre de Asunta", aseguró la amiga cuando testificó en el juicio.


"Es una cuestión que habría que abordar desde el Derecho Civil y el Penal, la Ética y hasta la Filosofía del Derecho", apunta una de las expertas para describir la complejidad del asunto. Al igual que su compañera, esta veterana catedrática pide no ser citada con su nombre en una información referida a un caso tan mediático y escabroso como el de la muerte de Asunta.

Es decir, solo no tienen miedo a hablar los que culpan a los padres de Asunta. Y hasta ahí puedo leer.

:pienso:
 
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